David Berkowitz, el Hijo de Sam.
Los asesinos en serie actúan principalmente por instinto incontrolado, ordenado o desordenadamente, eso es lo mismo. Buscan su propio placer, sin empatía, de forma que el sufrimiento ajeno no les afecta excepto para su propio placer, y por eso matan, no porque las circunstancias les lleven a ello.
En la evolución en su tránsito hacía la psicopatía, algunos de ellos se dejan llevar por delirios extremos como por ejemplo son las alucinaciones provocadas por drogas psicóticas, que endurecen aún más su dependencia del dolor ajeno y/o sus relaciones extrasensoriales casi siempre ligadas a ritos y actos satánicos, con lo que terminan confundiendo entre lo que es y lo que ellos creen que es, es decir, confunden su propia voluntad de hacer daño hasta la muerte de sus víctimas con supuestas órdenes sobrenaturales demoníacas que les llevan a ejecutar órdenes, pero que no es más que la materialización de sus propios deseos camuflados, justificados, por terribles fuerzas externas a él provenientes del averno.
Hoy hablamos precisamente de esto y lo haremos con el expediente de David Berkowitz, el «hijo de Sam» o «el Asesino del calibre 44» como se le llegó a conocer. Un tipo que entre julio de 1976 y julio de 1977 asesinó a seis personas e hirió a otras siete en la ciudad de Nueva York.
Humberto Pérez-Tomé entrevista a Ana Belén López Orti, una profesional experta en psicología criminal que ya participó con nosotros el 26 de julio de 2020 con el expediente «Beth Thomas, la niña sociópata».
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