Andréi Chikatilo, asesino heredero de la muerte
Genocidio ucraniano, también llamado Holodomor, es el nombre atribuido a la hambruna que asoló al territorio de la República Socialista Soviética de Ucrania, en la lucha por la colectivización de la tierra emprendida por la URSS, durante los años de 1932-1933. Aquel acto habría llevado a la muerte por inanición a cerca de 10 millones de personas. Existen numerosas evidencias que verifican el objetivo genocida del Holodomor, al haber claros indicios de que el régimen soviético, dirigido por Stalin, hubiese provocado aquel acto inhumano contra una población completa.
Como muestra de aquella bestialidad, bien sirve la anécdota histórica que se cuenta de que cuando Moscú estaba hundida en la miseria antes de la Segunda Guerra Mundial y después del despliegue de terror para imponer la bolchevización rusa, uno de los generales llegó espantado para decir a Stalin que en Moscú las personas se morían de hambre porque no había nada qué comprar. Stalin le miró con cierta distancia y le respondió: «No sea hipócrita general, morirse de hambre es lo que pasa en Ucrania, que matan a sus hijos para comer y seguir vivos».
En este ambiente nace Andréi Chikilato, nuestro protagonista de hoy. Envuelto en un ambiente miserable donde la única ley era la de sobrevivir a cada uno de los días y para lo que valía todo, cualquier cosa que se pudiera masticar, cualquier trueque, cualquier trabajo, cualquier indignidad para llevarse un chusco de pan ranció y sucio a la boca.
En la dirección y narración de los hechos Humberto Pérez-Tomé y como invotado, Carlos hernández Franco, Doctor en criminología.
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